Marietta Negueruela, luz, calidez y equilibrio

La luz, el color y la composición se fusionan en la obra de Marietta Negueruela para crear una pintura sencilla y amable, en el contexto de una moderna figuración que aborda los paisajes, las marinas, los nocturnos y los interiores, entre otros temas que han estado presentes, y continúan, en su producción.

La trayectoria de la palentina Marietta Negueruela (1963), que con 20 años comenzó de manera profesional en el mundo de la pintura, ha transcurrido en escenarios urbanos que le han ido marcando sucesivamente: comenzó en Milán (Italia) –donde residió desde 1992 a 1984 y donde se empapó del arte clásico–, continuó en Madrid –a donde llega a finales de 1984 y donde conoció la efervescente vida artística que caracteriza a la capital de España–,  en Mallorca –entre 1993 y 2003, donde contactó con el luminoso mar Mediterráneo– para terminar en Palencia, su tierra de origen, donde se ha instalado de forma definitiva, en la Tierra de Campos que ella observa cada mañana y cuyos colores y formas traslada igualmente a sus cuadros, ejecutados al óleo y acrílico, sin desdeñar la acuarela.

Con este bagaje, la pintora ha fraguado una obra sólida y potente que ha mostrado en decenas de exposiciones individuales y colectivas y que ha evolucionado por diferentes etapas, siempre con un sello personal en el que colores y espacios identifican sus cuadros con un estilo marcadamente singular en la figuración contemporánea.

Por su caballete desfilan temas clásicos de la pintura, que ella traslada al cuadro con una riqueza cromática y espacial que ha derivado en los últimos años en visiones geométricas del paisaje castellano y del mar. Pero las formas perfectamente ordenadas se combinan con espacios de color abiertos hacia el horizonte.

Efectivamente, destaca en la producción de la pintora un esquema compositivo de los paisajes que tiene como eje la horizontalidad, con un plano inferior decididamente geométrico y otro superior, que ocupa la mayor superficie, en el que descarga una vigorosa fuerza plástica con una pincelada suelta y transparente, que oscila desde una sutil monocromía a base de matices cromáticos hasta la plasmación de un cielo en movimiento a través de vaporosas nubes. La parte geométrica se transforma en ocasiones en referentes de la naturaleza, como las amapolas o la lavanda, con una poderosa carga cromática.

Nos encontramos ante una interpretación personal y subjetiva del paisaje, con una lectura surrealista basada en su contemplación directa por parte de la pintora y en la tradición pictórica que este género ha despertado en muchos pintores, sean castellanos o no. Marietta Negueruela aporta a los paisajes una plasticidad cálida por la paleta cromática que emplea y por las equilibradas composiciones que consigue crear.

La estructura de las últimas marinas que ha pintado es más compleja, pues a la línea horizontal que estructura el cuadro se une la sinuosidad de las olas que rompen en la superficie, los escarpados acantilados y la aportación geométrica de la zona inferior del cuadro. Todo ello permite contemplar unas obras de grandes dimensiones con una potente riqueza plástica y formal.

La tendencia hacia las superficies geométricas tiene un denominador común en la producción de Marietta: la búsqueda de puntos de fuga, uno o varios, según los cuadros. Partiendo de la base, la mirada se orienta hacia un espacio determinado que culmina en una estructura piramidal de resonancias renacentistas.

No se puede pasar de alto otra cualidad de la obra de esta pintora, la dimensión metafísica que imprime a través de cuadros dentro del cuadro, interiores que se proyectan al exterior a través de estructuras arquitectónicas o ventanas que se funden con el paisaje o con el mar. La artista sorprende con una atmósfera onírica que planea en espacios ficticios marcados por el silencio y el reposo. A ello contribuye la extensión de la pintura hacia los bordes, lo que compacta el conjunto de la obra y le infiere más potencia plástica.

Marietta Negueruela representa en la pintura el diálogo entre una figuración amable y cálida y una colorida linealidad geometría, que dan lugar a una producción donde emerge una esplendorosa luz –que resalta en el tratamiento de las estaciones del año–, una suave calidez cromática y un sereno equilibrio en la composición.

FERNANDO CABALLERO

Periodista